Nociones históricas del cacao venezolano

1 abril, 2020

Hablar de Venezuela es hablar de cacao, en cada maraca de este fruto están contenidos todos los acontecimientos que nos formaron como nación. El cacao diseñó el mapa de nuestro territorio, cambió nuestro paisaje, conoció la esclavitud y forjó la libertad; nos dotó de fama, cultura e identidad. El cacao narra nuestra historia.

La planta de cacao creció simultáneamente en distintas zonas del país y se esparció por todo el territorio. Al norte, en los alrededores del Lago de Maracaibo, los frutos tenían semillas blancas; al sur, en la cuenca amazónica, los granos eran violeta oscuro; en nuestro Delta se encontraron y se mezclaron libremente.

Los primeros pobladores de estas tierras lo transportaron, lo convirtieron en bebida, ofrenda, moneda de cambio y lo llamaron: «El dinero que nace en los árboles».

Siglos más tarde llegaron españoles y otros europeos, comenzó la búsqueda de oro, diamantes y perlas hasta descubrir la riqueza del cacao. Sabían que crecían salvajes por Maracaibo, Mérida y Trujillo, que había por todas las costas del Caribe hasta Paria, al pie de las montañas y en las riberas de los ríos.

Los nacientes hacendados, llamados «Grandes Cacaos» trajeron esclavos de África y Canarios de la península para fomentar su cultivo, convirtieron sabanas y valles en frondosos bosques y selvas tropicales para proteger el valioso fruto, y sumaron culturas al mestizaje de razas que nos define.

Nuestras semillas eran distintas, tostadas eran de color claro como avellanas, de sabor suave y maravillosos aromas, no eran amargas, y al prepararlas otorgaban a la bebida múltiples tonalidades; no quebrantaban el ayuno, pues no necesitaban añadir azúcar, por ello eran atesoradas por misioneros y fueron las favoritas de papas, reyes y cardenales.

Las rutas de salida de estas semillas dibujaron un nuevo territorio, de la Capitanía General de Venezuela iban sacos con nombres según los puertos de embarque: Maracaibo, Puerto Cabello, Caracas, Carenero, Carúpano, Río Caribe. A las de Caracas las rebautizaron nobles, dulces, rojizas, pues venían cubiertas de arcilla para protegerlas del viaje, de la humedad y el moho.

De estas semillas escribieron por siglos sibaritas, religiosos, cronistas, botánicos, gastrónomos y chocolateros de Europa, su reputación convirtió a Venezuela en primer exportador del mundo y su precio nunca fue superado por semillas de otros países.

La corona española hizo más fortuna con el cacao que con todas las perlas de Cubagua y la Isla de Margarita. La Compañía Guipuzcoana construyó puertos, iglesias, 85 barcos, 58 servían de buques de carga y los demás formaban una flota militar para defender nuestra costa caribeña de cientos de barcos piratas venidos de Francia, Holanda, Portugal, Inglaterra, quienes se llevaban el 50% de la producción de forma ilegal.

En el Puerto de San Sebastián se fundaron más de 40 chocolaterías que utilizaban estas semillas, en Italia y Francia las recetas detallaban en sus ingredientes granos Caracas, Chuao, Sur del Lago, Porcelana.

La riqueza fue tan grande que la Corona impuso regulaciones, controles e impuestos junto a la compañía Guipuzcoana. Este monopolio llevó el malestar de los criollos a la declaración de guerra a España, a la lucha por la independencia y a la defensa del comercio del cacao.

Enamorados de esta historia fundamos Kakao en el 2004 y creamos el bombón venezolano. Incorporamos los conocimientos de dulcería criolla familiar y los vestimos con una delicada piel de chocolate.

 

María Fernanda Di Giacobbe

 

Fotos: @julio_osorio_fotografia